jueves, 25 de abril de 2013

Te quiero pero no te lo digo.

Mucho tiempo sin escribir, pero sin embargo miles de cosas que contar.  He aprendido que el miedo nos frena, nos impide decidir cosas que queremos expresar, gritar todo lo que llevamos dentro.
No quiero, no puedo. Tampoco me apetece guardar dentro de mí lo que siento.
Escribiré en cada página palabras que no te diré nunca por miedo, porque soy cobarde. ¿ Acaso importa? quiero que nuestras miradas se crucen, que se miren con la misma magia que hay cuando me miras y pronuncias mi nombre. Mi respiración se agita cada vez que te tengo cerca. Ya no quiero ocultarme más.
Quiero volar, ser valiente y sonreír preferiblemente cuando tú estes. Hay " te quieros" que callamos por miedo a escuchar un " Yo no".
 

martes, 16 de abril de 2013

Lago Krissat

Shissá se levanto espolvoreando purpurina mágica, se recogió el pelo en una trenza y se miró en el reflejo oscuro del lago donde una vez hace diecisiete años vendió su alma.
Había oído los gritos. Los gritos cansados de una hija que ve morir a su padre, los gritos perdidos del marido que presencia la violación de una esposa.
Ya estaban casi todos muertos. Shissá se acercó al pozo donde Cenicienta fue maltratada las veinticuatro horas del día, miró otra vez al pozo donde Gissela y Anastasia escupían sin presenciar ningún dolor tras la muerte de su hermana. Pese al fuerte olor a sudor, notó como en aquel ambiente ajado, aun sentía algo de inocencia. Shissá divisó un parpadeo entre la masacre, una niña que respiraba. La ninfa se acercó, sí, sus ojos aún brillaban. Desaparecieron.
Shissá llevo a la joven al lago. Su vestido antes blanco e impoluto se veía mancillado por el rojo que fluía de sus mejillas, brazos y cuello. De sus piernas caía más sangre, sangre que exhibía todo un linaje y acababa ahogada en los zapatos de cristal de la niña. Ella se frotó los ojos y trató de fingir autoridad y fuerza.
-¿   qué me va a hacer?
- Nada.
Shissá la miró curiosamente, ella sorteaba su mirada.
-         Querida, vas a tener que desaparecer.
La niña la miró confusa.

-         Ahora que te toman por muerta, no puedes volver a ese mundo donde matan a la gente como tú.
-         Ya he muerto.
-         No del todo.
-         ¿  y qué he de hacer?
-         Bañarte en el lago, así desaparecerás.
La niña giró la cabeza para ver bien el lago, era negro, solo negro. Se acercó a las rocas y se descalzó, metió sus ensangrentados pies en la orilla, sintió un leve frescor sobre las heridas aún húmedas. Siguió andando hasta que el agua le llegaba por la cintura, entonces volvió la mirada.
-         Preséntate- Dijo la Ninfa- El lago debe saber quién eres.
La chica cerró los ojos, suspiro.
-         Cenicienta Cimorelli, quince años, hija del gran escritor Francisco.
Abrió los ojos, sintió como el pecho le vibró dos veces, giró la cabeza. Desaparecieron.